Atravesar el umbral del vacío existencial
Hay momentos en los que todo se detiene.
La ilusión ya no enciende.
Las palabras ya no confortan.
Y lo que antes traía alegría, ahora se siente lejano, sin sabor.
Es el umbral.
Un espacio donde lo viejo ha dejado de sostener,
pero lo nuevo aún no ha llegado.
Un territorio sin señales, sin promesas claras,
donde el alma flota entre dos mundos.
Este vacío no es un error.
No es un castigo.
Es una alquimia.
Es la Vida misma deshaciendo las formas conocidas,
despojando suavemente todo lo que ya no nutre,
todo lo que fue construido desde el miedo,
desde el esfuerzo, desde la necesidad de ser alguien.
Aquí no hay caminos definidos.
No hay manuales.
No hay certezas.
Sólo queda rendirse a este instante sin forma,
como una semilla se entrega a la oscuridad de la tierra,
sin saber cuándo, ni cómo, brotará la vida.
El alma que atraviesa este umbral
no necesita hacer más, ni entender más.
Sólo necesita respirar…
y permitir que el Silencio haga su obra.
Porque este vacío no es ausencia.
Es un vientre.
Y lo que parece una nada,
es en realidad el espacio sagrado donde lo eterno comienza a despertar.