La herida sagrada y el poder invisible


Hay una herida que no se ve. No sangra, no grita, no se deja atrapar por las palabras. Es una herida del alma que habita en lo más profundo del ser. No siempre tiene forma. A veces, ni siquiera tiene historia. Pero se siente. Como un susurro antiguo. Como una nostalgia de algo que no se sabe perder.
Esta herida no se cura con técnicas. No se resuelve con razones. Porque no nació en esta vida… nació en lo atemporal, en lo que se olvidó para poder despertar. Y sin embargo, es la puerta. La grieta por donde entra la luz más pura. El canal por el que lo invisible empieza a recordarse a sí mismo.
Hay almas que vinieron con esta herida como brújula. Almas que no encajan del todo, que sienten el mundo como algo demasiado denso, demasiado ruidoso, demasiado rápido. Son las almas sanadoras. No porque lo hayan leído, sino porque lo han encarnado.
Estas almas tienen la capacidad de ver en lo invisible, de intuir lo que nadie dice, de abrazar lo que los demás rechazan. Traen en su energía un lenguaje sin palabras, una medicina que no se enseña, una compasión que no juzga.
A veces su camino es solitario. Porque su sabiduría no cabe en moldes. Porque su forma de servir es silenciosa, invisible, profunda. Son canales del Misterio. Guían en la noche. No dan respuestas, acompañan procesos. No se imponen, sostienen. No salvan, recuerdan el camino de regreso al alma.
Son mujeres y hombres medicina. Maestros sin título. Guías que sanan con la mirada, con el silencio, con la presencia. Conocen la transformación no porque la estudien, sino porque han atravesado el fuego. Y han vuelto con las manos llenas de compasión.
No siempre saben que tienen este don. A veces dudan, se esconden, se sienten pequeñas. Pero el llamado vuelve. Siempre vuelve. Y cuando se atreven a escucharlo, su presencia empieza a encender fuegos en otros.
Esta es una ofrenda para esas almas. Las que han llevado la herida como sello, y el amor como respuesta. Porque en lo invisible, habita tu mayor poder. Y el mundo necesita de tu luz, justo ahí donde más te has sentido sombra.